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Lucy era una gatita negra con ojos amarillos muy curiosa y aventurera. Un día, mientras estaba acostada en el alféizar de la ventana de su casa, escuchó los maullidos de un gatito en problemas. Lucy saltó de la ventana y corrió hacia el callejón donde venía el sonido.
Cuando llegó al callejón, encontró a un gatito naranja y blanco atrapado en una cerca. Lucy rápidamente saltó la cerca y liberó al gatito. Después de eso, los dos gatitos se hicieron amigos.
Pero la alegría no duró mucho tiempo. Un grupo de gatos mayores apareció en el callejón y comenzaron a acosar a los dos pequeños amigos. Los gatos mayores querían el territorio de los gatitos y no estaban dispuestos a permitir que los más jóvenes se quedaran allí.
Lucy y su nuevo amigo se pusieron en posición de defensa, dispuestos a luchar. Pero rápidamente se dieron cuenta de que no podían ganar la pelea solos. Fue entonces cuando Lucy recordó algo importante que su madre le había enseñado: "La amistad es el valor más importante que puedes tener".
Con ese pensamiento en mente, Lucy y su amigo empezaron a maullar muy fuerte. Los maullidos eran tan fuertes que lograron llamar la atención de otros gatos en el vecindario. Cuando los gatos mayores vieron que habían sido superados en número, huyeron del lugar.
Lucy y su amigo estaban muy contentos de haber ganado la pelea y se dieron cuenta de que su amistad había sido la clave para su victoria. Los dos gatitos regresaron a la casa de Lucy juntos, donde recibieron una cálida bienvenida y mucha comida.
Desde ese día, Lucy y su amigo eran inseparables. Se dieron cuenta de que la amistad era la clave para superar cualquier obstáculo y que siempre podrían contar el uno con el otro.
Y así, la pequeña Lucy aprendió una valiosa lección sobre la amistad, una lección que nunca olvidaría.